sábado, 28 de junio de 2008

El compromiso ético de la ciencia frente a los nuevos desafíos del comportamiento humano


Lic. Carmen E. Nuñez

Resumen
El estudioso, el investigador, el pensador deben siempre trabajar desde una postura ética que no comprometa el bien común, más allá de las ideologías.

El Dr. Bernardo Houssay nos recordaba que “universitario es el que estudia una ciencia ó grupo de ciencias con el afán de aprender lo conocido, investigar lo desconocido y mejorar material y moralmente la humanidad”. Se refería obviamente a la indelegable función social del quehacer científico, parte no menor de lo que se ha dado en llamar conciencia social, la cual no debería ser ajena a ningún ámbito de la actividad humana.

Por otra parte Aristóteles nos decía que el logos es lo que diferencia al hombre del animal. Y su consecuencia es que, a diferencia del animal, el hombre puede “vivir bien”.

Felipe Pardinas, destacado investigador de las Ciencias Sociales ha dicho que “el rasgo ético de la ciencia es que debe estar al servicio de la comunidad humana”.

Resulta claro entonces que se debe aprender para mejorar lo cual redundará en vivir bien y por ende todo discurrir científico tiene como objetivo superior su vocación de servicio a la comunidad.
Sin embargo dados lo hechos que a diario conocemos, sabemos que muchas veces se pierde de vista el supremo objetivo del avance científico, el cual es atender a la mejor calidad de vida de los sujetos en cuestión y a la humanidad toda. Sobran ejemplos de ello; el Proyecto Camelot (investigaciones científicas promovidas y financiadas desde los E.U. para dominar a grupos que no convenían a la política norteamericana) en Chile y los numeroso proyectos de ensayos y pruebas llevados a cabo por países dominantes en poblaciones que por sus características estaban en situación de inferioridad en una relación de poder dada.

Es grande la tentación que merodea en los ámbitos científicos por avanzar ininterrumpidamente, y es lógico que así sea, pero no serán nunca pocas las advertencias que se puedan hacer para recordar que el rasgo distintivo de la persona es su dignidad, por lo tanto no tiene precio, aunque a veces se empeñen en ponérselo; no es un medio, es fin en sí mismo; y que estamos tratando con un sujeto no con un objeto Nunca la necesidad de saber puede estar por encima del respeto por la integridad de las personas.

Nuestro famoso Plan Médico Obligatorio (PMO) inserto en la salud pública de la Argentina, paradójicamente coincide con las iniciales de precio, medio y objeto. ¿Será mera coincidencia, o inconscientemente se habrá dejado traslucir otro sustrato filosófico acerca de lo que el concepto de persona implica?

Para finalizar, tomemos una herramienta muy común hoy en la práctica médica diaria, el Consentimiento Informado. Es un buen comienzo en la defensa del paciente. Pero no es la quintaesencia del respeto por ése paciente, tan solo el comienzo y queda mucho aún por trajinar al respecto. Vale recordar el momento en que alguno de nosotros tuvo que firmar aquel formulario que apenas leímos, si lo hicimos. ¿Nos sentimos protegidos por ese acto?

Desde mi formación considero una falta de respeto a la persona, tanto la utilización indebida de su cuerpo por otros, como tomar una fotografía a alguien que objetivamos como diferente a nosotros sin su autorización explícita y teniendo clara conciencia y conocimiento del modo en que va a ser utilizado el material. En ambos casos nos estamos atreviendo a penetrar en la intimidad de una existencia, la de una persona.

Por lo tanto, si el investigador en su noble tarea, pierde de vista su rol social, necesariamente va a servir intereses que van a ir en contra de la comunidad, gracias a la cual él mismo es también lo que es, al tiempo de plantearse estas cuestiones éticas centrales.

jueves, 19 de junio de 2008

Paciente con enfermedad terminal

¿Cómo y cuándo comunicárselo?

Dr. Rolando Hereñú


(Parcialmente extraído de una Conferencia del autor en el Hospital Naval Pedro Mallo, del 6 – 3 - 03)

En primer lugar, me parece fundamental distinguir dos situaciones de la práctica médica que no deben ser confundidas. Para ello recurriré al artículo “Paciente crítico” del Dr. Jorge F. Yansenson, del libro “Curso de Ética en Medicina”, Edit. Univ. Maimónides, Bs. Aires, 1994. Allí, el mencionado autor define como crítico, al «enfermo que presenta un grave riesgo de vida, con posibilidades de recuperación mediante medidas terapéuticas que implican cuidado y apoyo de tecnología de alta complejidad». Más adelante dice que «se denomina enfermo terminal, en cambio, a aquel que presenta daño irreversible y está expuesto a sufrir la muerte en breve plazo. Agrega que su falta de recuperación no lo hace elegible para ingresar a un Servicio de Terapia Intensiva.

Sin embargo, aparte de lo acertada que es cada una de ambas definiciones arriba transcriptas, debemos admitir que no siempre es fácil establecer el límite entre un cuadro patológico al que podríamos llamar “pre-mortal”, de manera absoluta e indiscutible, y otro en el que con cierta razonabilidad podría esperarse una recuperación aceptable.

Más aún, el solo hecho de juzgar qué podemos entender con esto de “recuperación aceptable”, es todo un ríspido tema, sembrado de incertidumbres y de lógicas controversias, puesto que hace entrar en juego algo que en sí mismo es farragoso, opinable, cargado de subjetividades para ser valorado, que es la “calidad de vida” a que en cada caso puede aspirarse según sean las circunstancias.

Sobre estos endebles cimientos, pensemos qué información es éticamente correcto brindar a un paciente cuyo pronóstico particular, a la luz de nuestros conocimientos y recursos actuales, sea considerado como de muerte probable en breve término. También debemos sopesar cuáles pueden ser las “verdades” que, en lugar de aportarle algún alivio, pueden llenarlo de angustia.
Miguel Angel Sánchez González, Profesor Titular de Historia de la Medicina en la Universidad Complutense de Madrid, en un difundido libro suyo incluye un capítulo, “La muerte y el morir”, en el cual señala –en 1998– que hoy existen dos modelos absolutamente diferentes para guiar el proceder del profesional de salud en este delicado trance: uno es el “modelo americano” (de los EEUU) y otro el “modelo europeo”.

Acerca del primero, dice: «En los Estados Unidos se generalizó la práctica de decir la verdad a los enfermos terminales en los años sesenta del siglo XX». La médica psiquiatra Elisabeth Kübler Ross publicó en 1969 un libro titulado “On death and dying” –del que hay una traducción española, “Sobre la muerte y los moribundos”, editora Grijalbo, Barcelona, 1975. Esta obra está basada en sus observaciones sobre qué ocurría con aquellos enfermos “terminales” que habían sido informados con total crudeza de su situación. Para la doctora Ross, quedaron definidas las fases que siguen: 1) Negación y aislamiento. Lo primero que suele pensar el paciente, después de recibir la mala noticia, es que no puede ser cierto, que no le puede pasar eso a él. Y entonces busca otros médicos, o hasta recurre a curanderos. Esta negación, según la autora, tiene un efecto amortiguador y concede un tiempo para que se movilicen otras defensas psicológicas. 2) Ira .Una vez que al paciente le resulta ya imposible seguir negando las evidencias, reacciona con sentimientos de encono, rabia, queja, rencor contra los que están sanos, enojo hacia quienes no descubrieron su problema “a tiempo”. Se transforma en un enfermo difícil, quejoso y exigente, que necesita de mucha comprensión. Los que lo cuidan no deben tomar esta ira como algo personal contra ellos. Deben, por el contrario, comprenderla y aceptarla. Puede ser la única manera que el enfermo tiene –en esta fase– de luchar, de asegurar que todavía está vivo, e intentar controlar la situación. Siguen después (y sólo las resumimos): 3) Pacto. Por lo general intentado con Dios, en base a promesas, ofrendas, etc. 4) Depresión. Acentuado todavía más el obvio deterioro, sobreviene una depresión reactiva por sus condiciones previas ya perdidas, y otra que sería preparatoria para poder aceptar con alguna paz los infortunios que se aproximan. Emplea pocas palabras y es aconsejable acompañarlo más con actitudes gestuales de mucho y bien medido afecto, que intentar ponerlo de un buen humor que ni siquiera toleraría. 5) Fase final de aceptación. Ha perdido interés por el mundo exterior, desea pocas visitas y muy cortas. Esta última etapa «puede ir acompañada de serenidad y dignidad».

La descripción de esta psiquiatra, cuyo libro se ha hecho muy famoso, hay que reconocer que es quizás demasiado esquemática, porque este proceso variará sin duda de acuerdo con la personalidad del afectado, los valores y las creencias religiosas de cada paciente en este trance. Pero es bien cierto que aquel cuadro por ella trazado puede ser reconocido a lo largo del seguimiento de numerosos enfermos en similares instancias.

El modelo europeo (que prevalece también en nuestra cultura latinoamericana) es el que se viene utilizando desde antaño especialmente en países europeos mediterráneos. Otro autor, Sporken, también citado por Sánchez González, afirma que «no siempre hay que comunicar la verdad, lo que no significa que haya que ocultarla sistemáticamente; la comunicación de la verdad implica un compromiso con el moribundo, y no puede ser sólo una información desnuda sobre el diagnóstico y el pronóstico. En todo caso, la información debe comunicarse en fase algo tardía y ha de cuidarse el momento y las formas. Una vez brindada la noticia, Sporken dice que se suceden las reacciones concatenadas que señalara Ross.

A nuestro juicio, la tendencia estadounidense a dar plazos demasiado precisos sobre un pronóstico de muerte, quizás sea correcta desde un punto de vista estadístico, pero lo probabilístico no significa certidumbre, y no es aplicable a todos los casos. La regla de oro para la conducta de los médicos, señalada desde los escritos hipocráticos, sigue siendo –como siempre– la prudencia, que conlleva la mesura, el sentido humanitario, la actitud solidaria para con el prójimo.

miércoles, 11 de junio de 2008

Transplantes de órganos: Algunas consideraciones sobre transplantes.


Dr. Horacio A. Dolcini
Dr. en Medicina
Co-Director del Código de Ética de la Asociación Médica Argentina y la Sociedad de Ética en Medicina.

El desarrollo de este campo de la medicina, junto con la promulgación de la Ley de Donante Presunto, han abierto un debate en la sociedad que en ocasiones adopta formas que parecen olvidar ciertas cuestiones esenciales. Una de esas cuestiones, motivo de discusiones, es el conflicto que supuesta­mente existiría entre los derechos individuales y las responsabilidades so­ciales de las personas, así como los límites de ambas características. Por ese motivo hemos elegido considerar el tema INDIVIDUO/SER SOCIAL con cierto detalle, aunque esencialmente con funci6n recordatoria.

Cada individuo nace con una dote genética que al interaccionar con el medio ambiente (especialmente seres humanos y circunstancias), dan lugar a la for­mación y desarrollo de una PERSONALIDAD.
La educación cumple una función social proporcionando conocimientos y dando orientaci6n y desarrollo a los individuos jóvenes. Las formas en que se rea­liza la educación así como sus contenidos, dependen de los valores que sos­tiene la sociedad.

No existen sociedades ideales, aunque puedan identificarse una serie de ras­gos que llamaríamos "socialmente deseables" y entre ellos se encuentran:
a) Coincidencia en intereses comunes.
b) Interacc16n e intercambio grupal.
c) Igualdad de oportunidades para el mayor número de personas
posibles.

El equilibrio entre "lo personal y lo social"!es necesario para llegar a una sociedad democráticamente organizada, que, es más que una forma de gobier­no y constituye un modo de vivir, basado en la asociación institucional en torno a experiencias comunes y de un proceso de renovaci6n que surge de las propuestas de personas o grupos pertenecientes a asociaciones, empresas, instituciones científicas, políticas, culturales, etc. Las propuestas de cambios pueden ser para normas o procedimientos, aunque no para que operen como leyes generales, sino a fin que sean consideradas por la sociedad como conjunto, especialmente en forma integrada institucionalmente. Las necesidades que esas propuestas representan deben ser interpretadas a la luz de valores culturales (que son habitualmente componentes compartidos), que tendrán que ser revisadas, reconociendo que no es posible disponer de ellas, cada persona o grupo por si mismo.

Será necesario además, mantener vigentes las oportunidades de participar en un debate de compromiso equitativo, visto que la norma puede englobar a una parte importante de la sociedad porque su fundamentación es un asunto esencial y por ello debe ser necesariamente comunicativo.

En este proceso llegará un momento en que cada uno pueda pensar: ¿a que forma de acción queremos obligarnos como individuos?... Y seguirá pensando: ¿está justificada dicha norma?... ¿y puede ser buena para todos o muchos de nosotros? … Sin olvidar que los procedimientos que conducirían a la apro­bación de la norma, exigen respeto moralmente obligatorio por la autonom1a personal así como la exigencia de un acuerdo previo a su entrada en vigencia. De estos procedimientos debe surgir una voluntad amplia, compartida por una mayoría de los involucrados y ajena a toda cualidad imperativa, obligatoria ó punitiva, dado que el interés general se ha determinado intersubjetivamente y es cognoscitivamente entendible desde la perspectiva de los participantes. La norma no debería entrar en vigencia porque parece aceptada por todos, sino porque ha sido aceptada a través de un debate en que la considere como una acción encaminada al bien común, sobre la base de criterios valorativos mora­les.

Hay formas de organizar dicho debate sobre la base de criterios de equidad, justicia y sentido común para la búsqueda de la verdad, proceso en el cuál Para lograr el bien común y mantener el equilibrio INDIVIDUO/SOCIEDAD, hay que poder aceptar las demandas de la razón.

Si el ser humano no quiere ó no puede aceptarlas, su vida se vuelve incompren­sible, porque la preocupación por la verdad se encuentra profundamente arrai­gada en la esencia de lo humano.

domingo, 8 de junio de 2008

La Resiliencia: una alternativa novedosa en el campo de la salud.


Dr. Eduardo del Caño
Julio; 2007

Introducción Histórica
Ø El ser humano brega, desde remotos inicios, por adueñarse de su propia salud y calidad de vida.
Ø En un principio, intentó superar los grandes problemas y riesgos que asolaban a la humanidad. Procurando obtener ayuda trascendente, imploraba: “de la Peste (el Cólera), el Hambre (la Malnutrición) y la Guerra (la Violencia sin límites) ¡líbranos Señor!”.
Ø Las patologías infectocontagiosas lo asediaron, y las soluciones se mostraron dramáticas, como el aislamiento compulsivo. Medicinas de corte enfático y gran penetración buscaron modificar el panorama. Terapias supresivas, dirigidas a factores epidémicos (vacunas) procuraron reemplazar el encuadre, resguardar ámbitos y evitar contagios.
Ø Más adelante, las crisis sociales fueron adueñándose del protagonismo y la Segunda Guerra Mundial, con Campos de Exterminio y genocidios intentados, hicieron lo suyo.

Respuestas paradojales
Ø Pero, en algunos casos y de manera imprevista, los sujetos de violencias múltiples se afianzaron, crecieron y lograron aprender, a la sombra de estas incomprensibles demasías. Niños, adolescentes y adultos enfrentaron, con valentía y audacia, situaciones terminales, sobrevivieron y maduraron con sabiduría, afianzándose en su perfil y endureciéndose, como el hierro en la fragua. Todos ellos se transformaron en “Resilientes”.

Resultados
Ø Al final del recorrido mostraron la belleza inconfundible del diamante. Se reconstruyeron a sí mismos y a su diseño vital. Ayudaron con denuedo a los demás. Hasta influyeron en forma positiva, sobre la salud de sus propios carceleros (Viktor Frankl).

Ejemplos de alcance social
Ø Ana Frank (hasta su detección, prisión y muerte) .
Ø Viktor Frankl[1] y su manifiesto, acerca del hombre en busca de sentido.
Ø El sano ecumenismo, más allá de maldades sin cuento: el Maestro Daniel Baremboin y su orquesta, integrada por judíos y palestinos, dirigiendo obras de Wagner en Tel-Aviv, pese al doloroso recuerdo de Hitler.
Ø Amado Nervo, en “La Rosa Blanca”, mostraba la audacia y la firmeza suficientes para cultivar una rosa blanca, también “para el cruel que me arranca el corazón con que vivo”.
Ø Otros ejemplos históricos destacables:
o Demóstenes (384-322 a.C.); orador y político griego que superó, con sacrificio y esfuerzo diarios, sus dificultades vocales.
o Ludwig van Beethoven (1770-1827); madre tuberculosa y padre alcohólico. Sordera progresiva. Vida plena de éxitos en medio de sufrimientos físicos y morales
o Jean Piaget (1896-1980); hijo de una madre psicótica grave, transformó de modo positivo las grandes circunstancias adversas que lo rodeaban, aprendiendo y creciendo merced de los problemas vividos.
o Rigoberta Menchú (1959-…); aborigen y poetisa guatemalteca. Durante la Guerra Civil en su tierra vio morir a sus padres y hermanos, asesinados. Premio Nobel de la Paz (1992).
o Stephen William Hawking (Oxford;1942-…); víctima de Esclerosis Lateral Amiotrófica. Su gradual plejía total le brinda tiempo suficiente para crecer y adaptarse en sus investigaciones sobre agujeros negros y otras singularidades del espacio-tiempo, predichas por la Teoría de la Relatividad (Einstein) y circunstancias que acompañaron al Big-bang inicial del Universo. En sus trabajos encuentra la forma de comunicarse con los demás, mediante creativas ayudas instrumentales.

Podemos concluir que salud es, a la postre, adaptación al medio.



Grageas Resilientes
Ø Todos tenemos incorporada la semilla de la resiliencia. De cómo sea regada dependerá su crecimiento. (Claudia Rodríguez Turano).
Ø El ser humano puede transformarse, gracias a las adversidades de su propia vida. (Grotberg; 1995).
Ø Procurando centrarse en cada individuo como alguien único, enfatizando en sus potencialidades y recursos personales, se estimulará la resiliencia.
Ø Desarrollo de personas sanas en circunstancias insanas. (Warner; 1992).
Ø Quien tiene coraje y confianza no zozobrará jamás en la angustia. (Ana Frank. Diario; 7 de marzo de 1944).
Ø Factores de riesgo que requieren impulsar conductas resilientes: desnutrición y bajo peso al nacer; malformaciones congénitas cardiovasculares y neurológicas; drogadicción reincidente.
Ø Factores protectores: entorno sano; autoestima; creatividad; facilidad para comunicarse; lazos familiares fuertes; fe, en credos trascendentes;.
Ø En general: frente a circunstancias difíciles, capacidad de forzar comportamientos vitales positivos. (Varistandael; 1944).
Ø Cronificación del Cáncer y el Sida: modelos prácticos que insinúan respuestas resilientes.

En síntesis
La Resiliencia permite, a un ser humano, afrontar y superar problemas y adversidades de la vida, siendo capaces de construir sobre ellos. (Nestor Suárez Ojeda; 1995).

Bibliografía
1. Baremboin, Daniel. Mi vida en la música. Buenos Aires, El Ateneo, 2003. 333 p
2. Frankl, Viktor. El hombre en busca de sentido. Barcelona, Herder, 1979. 157 p
3. Hawking, Stephen William (En: Gran Enciclopedia Universal Espasa-Calpe). Buenos Aires, Clarín, 2005, Vol. 19, p 5755
4. Munist, Mabel M. y otros (comp). Adolescencia y resiliencia. Buenos Aires., Paidós, 2007, 293 p.
5. Rodríguez Turano, Claudia. Resiliencia. Buenos Aires, Asociación de Médicos Municipales – Instituto, para el Desarrollo Humano y la Salud, 1998 (Cursos sobre Administración de Servicios de Salud; 24). 46 p
6. Silva, Giselle. Resiliencia y violencia política. Lanús (Arg.), Universidad Nacional, 1999. [80]p.
7. Vuillermoz, Emile. Beethoven (En su: Historia de la Música). Buenos Aires, Hachette, [1952], p 139-145. –



RESILIENCIA: LA VACUNA FRENTE A LA ADVERSIDAD (ÉTICA DE LO COTIDIANO)
Reflexiones, en torno a problemas padecidos, y su superación


Introducción
A pedido del Dr. Luís Allegro, Presidente de la Sociedad de ética Médica, por el interés que pudiera despertar el abordaje constructivo de problemas y con la omisión de detalles que amenazan personalizarlo en exceso, cumplo en describir las fases principales del proceso padecido, y las modalidades del encuadre superador asumido

Primera Etapa
Del inicio han transcurrido varios decenios. El vivir sumergido en trabajosas situaciones marcó, a fuego, la vida misma y sus alternativas.
En un comienzo fueron fracturas, dos años enyesados, con siete meses de internación hospitalaria y decenios de inmovilidades varias y otras secuelas, algunas teñidas de innecesarias malas praxis.

Segunda Etapa
Retomadas las tareas y volviendo, una tarde, del Ministerio de Salud a casa, me sorprendí, víctima de un grave accidente de tránsito, que me sumergió en un estado de Coma Cuatro, con inconciencia de dos meses y salida gradual y tormentosa.

Evaluación
Las secuelas fueron atenuándose (superación gradual en lisis), con presencia y adaptación progresiva al quehacer diario (las “marcas” y sus correspondientes trastornos no se borraron del todo).
Decisiones operativas
Contra la “gentil” opinión de algún experto decidí no resignarme a la inacción, y afronté los resultados con decisión y trabajo compensador (varias horas diarias).
Resultados
Así transcurrió esta etapa enriquecedora de la vida personal. Hoy proyecto el quehacer en un encuadre docente y asesor, con satisfacciones y reconocimientos.
Expectativas y deseos
El referirme a esta etapa de mi transcurrir busco afianzar las vivencias entre colegas y pacientes, sin duda y en este planteo, el quehacer personal dará lugar a logros quizás impensados, seguido ello de aprendizajes insospechados y nuevos horizontes.
La resiliencia, consolidada a través del mensaje descripto
Las situaciones, asumidas cual desafío, vacunan a la víctima contra la adversidad. Así, a la manera de Job en la Escritura, el abordaje, decidido e implementado con respuestas competentes, ilumine e impulse la gestión personal con las satisfacciones consiguientes, a través de logros, quizás imprevistos.-



[1] Viktor Emil Frankl, (26 de marzo de 1905 - 2 de septiembre de 1997) neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la Logoterapia. Sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau. A partir de esa experiencia, escribió el libro El hombre en busca de sentido.

viernes, 6 de junio de 2008

La tradición hipocrática y la actitud paternalista del médico.


Luis Allegro

Como todos sabemos, a Hipócrates se lo suele llamar el "padre de la medicina". Esto tiene un porqué. Este carácter de padre surge de varios aspectos, de los cuales podemos destacar dos. El término "padre" tiene una connotación de "ser generador" y esta condición le otorga “autoridad” sobre lo creado: padre es el que genera hijos, cosas, ideas, situaciones. Es el creador, el autor. En el sentido médico reconocemos a Hipócrates como quien ha creado el funcionamiento básico de nuestra Medicina. Por lo tanto esta cualidad de ser el creador le ha dado a Hipócrates el carácter de "padre de la Medicina".

El segundo factor al cual se debe este carácter paterno, se refiere a ciertos fenómenos psicológicos que se dan sistemáticamente en la relación que se establece entre el médico y el paciente, por acción de la enfermedad y del padecimiento. La enfermedad produce en el paciente un efecto invalidante que lo lleva a una situación de fuerte dependencia del médico, situación que recuerda y repite la dependencia infantil propia del niño frente a sus padres. La psicología moderna ha estudiado este fenómeno: el niño nace con una gran inmadurez. Hay teorías que postulan que dado el gran desarrollo del cerebro en el ser humano, el tamaño que adquiere la masa corporal imposibilita un lapso mayor de nueve meses de gestación dentro del útero materno. En consecuencia, el ser humano para alcanzar una maduración suficiente, necesita varios años de evolución. Es todo ese período que llamamos niñez, pubertad y adolescencia. Dicho lapso, y especialmente la niñez, se caracteriza por una gran dependencia del niño que todo lo espera recibir de sus padres. Cuando enferma el ser humano se produce un fenómeno por el cual el sujeto “regresa virtualmente” a su infancia y se reproduce psíquicamente aquella invalidez infantil y esto hace que el enfermo lo espere todo del médico como si este fuera un padre. Este fenómeno se lo conoce como regresión infantil. Este proceso se produce normalmente durante el desarrollo evolutivo del niño y se reproduce patológicamente durante la enfermedad.
Hay otros mecanismos que funcionan en la relación médico-paciente, que son la “idealización” y la “omnipotencia”. El paciente idealiza al médico y le atribuye una omnipotencia que sobrepasa las posibilidades reales que éste tiene en cuanto a su capacidad de curar. El enfermo exagera la capacidad del profesional y le atribuye un poder que va mucho más allá de lo que realmente éste puede hacer llegando a suponer que él tiene poderes mágicos. Esto es exactamente lo que el niño hace con sus padres a quienes les atribuye poderes supraterrenales. Seguramente, en estos mecanismos asienta la fuerza que manejan los hechiceros y los curanderos que suelen asombrarnos por la cantidad de personas que acuden a ellos. También aquí hay que buscar la causa que origina muchas de las “curaciones” que provienen de estos personajes.
En la relación del paciente establece con el médico se produce en proyecciones. La proyección es un fenómeno psíquico por el cual el sujeto le atribuye al otro, en este caso al médico, roles y funciones según sus propias expectativas y deseos: entre otras cosas el deseo de que el médico sea omnipotente. Este fenómeno se vigoriza cuando el médico inconsciente e involuntariamente entra en el juego que le está proyectando el paciente y llega a creer en su propia omnipotencia. Este es un punto sumamente peligroso porque la aceptación inconsciente de la omnipotencia lleva al médico fatalmente al extremo opuesto y cae en la impotencia profesional.

Como consecuencia de la acción de estos factores - la paternidad de Hipócrates, la regresión infantil, la idealización y la búsqueda de la omnipotencia - surge toda una ética, o sea todo un comportamiento médico, caracterizado por una "actitud paternalista" del médico frente al paciente. Este paternalismo implica siempre como condición propia de su funcionamiento, un "autoritarismo" que es su consecuencia inmediata. Hoy podemos decir que en una gran primera época de la Medicina, su carácter fue paternalista y autoritario. El médico tomaba al paciente y a su enfermedad, como un padre toma el problema de su hijo, como si fuera un problema propio. Por lo tanto, el médico toma sus decisiones en forma autoritaria y "el paciente que debe obedecer", como corresponde que lo haga un hijo. En un sentido psicosocial se establece de este modo una relación vertical, de arriba (el médico) a abajo (el paciente).

Esta forma de pensar da origen, en mi opinión, al tan conocido principio hipocrático de "primum non nocere", o sea que el actuar médico debe ajustarse siempre a que "lo primero es no dañar". Este es un sabio principio al que se ha ajustado predominantemente el quehacer médico. También, él ha sido el motor que ha dado origen a los cuatro principios básicos que se establecieron cuando apareció la Bioética como disciplina científica definida. Estos son: 1) el principio de beneficencia, por el cual el accionar médico debe buscar siempre el beneficio paciente; 2) el principio de no maleficencia, por el cual, el médico debe evitar todos año o perjuicio al paciente; 3) el principio de justicia, que indica la imperiosa necesidad de tratar a todos los pacientes por igual y comprender que todos tienen el mismo derecho; 4) el principio de autonomía, por el cual se debe reconocer y respetar la autonomía del paciente frente a las decisiones médicas.

Cuando el médico encuadra su proceder dentro de este esquema adquiere - en relación con el paciente y con toda la situación médica - las mismas responsabilidades que un padre tiene frente al problema de su hijo. Las consecuencias pueden ser muy problemáticas y problematizantes tanto para el paciente como para el médico. El paciente disminuye sus chances de tener una buena información del proceso patológico que lo aqueja y de los posibles tratamientos para el mismo. El médico absorbe toda la responsabilidad de las consecuencias tanto de los efectos del tratamiento como de la evolución del proceso patológico. En este caso, el médico puede quedar muy expuesto a las derivaciones de una mala interpretación respecto de su praxis médica. Cuando los resultados no son los esperados por el paciente y/o sus familiares, entonces aparecen los conflictos.